Sor Mary Luz Ibarz, en la cárcel de Estremera Foto: Ignacio Gil (ABC) |
El martes me llegó un mail escueto: "Hoy ha fallecido sor Mary Luz" y con ese breve mensaje y otros que le siguieron se definió ante mí la imagen pasada de un héroe de carne y hueso, frágil en apariencia, que levantaba pasiones e iba sembrando esperanza y vida a su enérgico paso. La conocí en diciembre de 2010, una mañana de frío helador que acabó en nevada, en un erial a 70 kilómetros de Madrid donde se levanta la cárcel de Estremera, ahora habitada por algunos ilustres. Mi compañero Ignacio Gil (uno de los mejores fotógrafos que conozco) y yo asistimos embobados, tras el escepticismo inicial, a su curso de pastoral bíblica, con hombretones de abultado historial penitenciario rendidos a sus palabras y a su despliegue de cariño.
Un toxicómano casi la tira al suelo ensimismado en su infierno particular; algún funcionario la miraba desganado con un punto despectivo; el exespía del CNI Roberto Flores, condenado por traición la trató con una familiaridad de improbables mundos contiguos... Y allí estábamos Ignacio y yo desconcertados y traspasados por esas vidas quebradas que rezaban y seguían a una monja de 72 años, con una sonrisa permanente y un abrazo dispuesto y seleccionado para cada uno.
Un toxicómano casi la tira al suelo ensimismado en su infierno particular; algún funcionario la miraba desganado con un punto despectivo; el exespía del CNI Roberto Flores, condenado por traición la trató con una familiaridad de improbables mundos contiguos... Y allí estábamos Ignacio y yo desconcertados y traspasados por esas vidas quebradas que rezaban y seguían a una monja de 72 años, con una sonrisa permanente y un abrazo dispuesto y seleccionado para cada uno.
Ese efecto era el que ella causaba en quien no la conocía: primero el estupor y luego la rendición. En esa época iba cada semana a la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias y le llevaba a Mercedes Gallizo cualquier cosa: una estampa, un verso... mientras le pedía que autorizase permisos a alguno de sus "preciosos" (como llamaba a los presos) al que iba a cuidar. Gallizo le hizo un "salvoconducto" para que la dejasen entrar en todas las cárceles para disgusto de algunos de sus responsables. Sor Mary Luz lo llevaba siempre encima, como un trofeo. "Es ingobernable", solían decir de ella, sin dar crédito a que un interno marroquí siguiera con la misma devoción su curso que el Ramadán.
La Hija de la Caridad murió el martes tras pelear con un cáncer devastador y terminal. "He estado viendo a Mary Luz, la frágil monjita, que tantísimo ha hecho por los presos y que tan incomprendida ha sido... a veces. Desde ayer ha tenido una mejoría y me avisaron las hermanas del convento para que si quería fuese a verla... Me ha reconocido y he estado hablando con ella más de media hora. Su estado es terminal pero sigue preocupándose por los presos y diciendo a las hermanas lo que tiene que hacer... su sonrisa y la serenidad de sus ojos azules algo borrosos ya, se han quedado conmigo. El domingo en el horario que se la puede ver, aunque estaba muy mal me ha contado la superiora que pasaron por allí cerca de 300 personas. Si los santos existen, estoy seguro de que Mary Luz será uno de ellos".
Este mensaje es de una de esas personas que se cruzó con "sor Tripi", como la llamaban los internos, por su trabajo penitenciario, nada que ver ni con las Hijas de la Caridad, ni siquiera con la religión. Es elocuente de la huella que esta mujer imprimía en los demás. Ella no salía en la tele y, sin embargo, es una de las grandes heroínas que han conocido muchos hombres y mujeres. Para ti la Paz, Mary Luz Ibarz Bazán.
Les dejo el reportaje que escribí tras aquella visita a Estremera.