lunes, 1 de diciembre de 2014

"LO DE LA COMPAÑERA NO HA TENIDO SOLUCIÓN"

No hay nada comparable al dramatismo de las transmisiones policiales cuando ocurre una desgracia. Una vez escuchadas es imposible borrarlas de tu memoria. Si las voces anónimas de los indicativos hablan de un compañero de azul, atacado, herido, en peligro... la tensión, la impotencia, el dramatismo que traslucen es difícil de explicar. Decenas de oídos vestidos de uniforme y de paisano siguieron el atraco de Vigo del pasado viernes a través de esas transmisiones con la garganta seca y los ojos húmedos. La muerte saliendo al paso de una de los suyos: Vanessa María Lage Carreira, destinada en la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) de la comisaría de Vigo. Cuando a través de la malla un policía informó, con voz metálica y fría, recompuesta ya del llanto "lo de la compañera no ha tenido solución", muchos maldijeron en voz baja y otros se sumaron a esas lágrimas sordas.

El policía al que tocó contar al resto la peor noticia, a través de las transmisiones, era el mismo veterano que poco antes cuando iban a trasladar a Vanessa desde el lugar en el que fue tiroteada informó de que la situación crítica de la agente revertía, que había una leve mejoría. "Era como un padre hablando de su hija. Emocionado y contento", relata uno de los compañeros que esperaba noticias al otro lado de la emisora. Luego, él y los demás, siguieron atendiendo llamadas todas la tarde, algunas fuera de lugar.


Los que nunca hemos vestido uniforme, pero nos sentimos tan cerca de ellos tantas veces, nos preguntamos, yo me pregunto, cómo se soporta una situación extrema como la vivida en Vigo, con una agente muerta y su compañero, el subinspector Vicente Alló, extremadamente grave en un atraco de esos a los que ya no estamos acostumbrados. Enrique Lago Fariñas, el asaltante, salió ese maldito viernes dispuesto a matar con su pistola del 9mm y sus tres cargadores preparados. Pero ni Vanessa ni Vicente ni el resto de los agentes se podían preparar para la muerte. Nadie nunca lo hace, de lo contrario te quedarías en tu casa, o te pondrías enfermo o pretextarías lo primero que se te pasara por la cabeza.


He podido escuchar un fragmento de esas conversaciones agónicas donde un indicativo con la voz quebrada dice: "Pidan una ambulancia para el rehén que lo tenemos con un tiro". Y otro añade: "A ver si me pueden informar quién es la compañera y dónde la llevan". Reciben respuesta, también traspasada de nerviosismo y preocupación. "Se han llevado al compañero, tiene un tiro en el pecho. Al subinspector lo han llevado al Xeral". "Está muy mal", se oye entre medias sin que quien habla precise quién de los dos está muy mal. El silencio que le sigue es aún más elocuente que las palabras.

Vanessa María Lage estaba en la primera línea cada día, como todos los agentes que forman las Unidades de Prevención y Reacción (UPR) de la Policía Nacional. Un día te toca una manifestación y otro un atraco o una riña callejera. Ayer un panfleto digital mancilló su nombre y el de todas las mujeres que lucen con orgullo, pasión y mucho esfuerzo el azul de su uniforme logrado a golpe de tesón. A mí solo me provoca desprecio. Me interesa por encima de todo saber si actuaron conforme a los protocolos; si tenían o no a su disposición los medios necesarios para esa actuación o cualquier otra de las que tienen que afrontar y, por supuesto, por encima de todo la recuperación del subinspector herido. Por él y por su compañera, policías de toda España han salido hoy a la calle y nos han pedido a todos que los acompañemos en su dolor. Es en lo único que podemos estar a su lado. Ellos mientras seguirán oyendo las voces del horror del mundo a través de sus emisoras y viéndolo pasar por delante cada jornada.  

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