miércoles, 25 de junio de 2014

POLICÍAS "ATADOS" POR JUECES


"Espero que este tipo no robe en su casa ni en la mía. Espero que no tenga usted la mala suerte de que eso ocurra". El inspector de Policía apretó los dientes y salió del despacho del juez que acababa de denegarle unas escuchas. Sobre la mesa le había dejado decenas y decenas de antecedentes del ladrón y tres identificaciones por huellas tomadas en las tres últimas viviendas que había desvalijado. Pero ninguna era la casa del juez, de forma que no le pareció suficiente para motivar las intervenciones telefónicas.

El inspector que me contó este episodio puso meses después a disposición judicial al delincuente, un bragado madrileño con un historial que rellena varias páginas y que de nuevo está en libertad. Su respuesta al fiscal a punto estuvo de salirle cara. "Normalmente te callas, pero es que lo teníamos, solo necesitábamos un par de teléfonos. El grupo estaba bajo mínimos y con poca moral ya". 

Es la vieja historia en la que, a veces, los investigadores parecen ir por un lado y algunos fiscales y jueces por otro. Tan lejos tan cerca. Esta misma semana un mando policial me contaba con un deje de amargura y frustración dos situaciones mucho más graves de dos investigaciones de enorme calado que aún están abiertas. 


Hace poco más de un mes detuvieron a un tipo por una agresión sexual en Madrid. La mujer lo identificó, pero por un motivo que no se puede revelar todavía el juez de guardia no autorizó a los policías que se le tomara el ADN. Quedó en libertad y volvió a actuar, esta vez con un final más macabro aún. La resolución del caso está cercana, pero la víctima nunca podrá ya saberlo. El responsable de las pesquisas se lleva las manos a la cabeza. "Esto nunca lo contáis", me reprocha. "No podemos si lo ignoramos", le replico. A veces, tengo ganas de decirle, queremos contarlo y sois vosotros, los investigadores, los que ponéis freno. "No me encabrones al juez que bastante hemos tenido" o "sí, los ha puesto en libertad pero le había echado un par". Lo normal, elevado a categoría de insólito. Generalización, obvio, aunque cualquier compañero del negocio ha vivido quejas similares que, probablemente, se dirijan en la dirección contraria si la fuente es un juez o un fiscal. 

Y la última de "juzgado de guardia". Otro grupo de policías necesitaba desesperadamente ver siquiera de refilón el rostro de un desalmado, pederasta, violador, una mala bestia. Las declaraciones de las víctimas no servían para elaborar una descripción física siquiera aproximada. No tenían huellas ni ADN ni casi un hilo del que tirar. Tras revisar calle por calle sin encontrar una sola cámara, al fin dieron con un comercio que sí la tenía. Hablaron con el dueño, esperanzados. "Lo siento, agentes, la tengo apagada. Enfoca hacia afuera y graba 60 centímetros de la acera. Me denunciaron y un juez me puso 12.000 euros de multa. La cámara está pero ya nunca la conecto". Con esas palabras sepultó la última esperanza de una imagen que quizá, solo quizá, podría salvar una vida.





lunes, 16 de junio de 2014

MI MADRE FUMA PORROS

Montserrat González
"Me pidió el favor de guardar la maría a cambio de que si un día yo necesitaba la pistola podría ayudarme. Ese día la llevé a casa. Fue hace dos o tres meses. Cuando llegué mi hija no estaba; la dejé en la habitación. Solo tenía esa maría en esa habitación y un poco en un chisme en la cocina. De vez en cuando me he fumado un porro, pero no soy consumidora habitual. Me he fumado alguna vez un porro yo sola en algún bar". La declaración ante la juez de Montserrat González, en prisión por el asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, retrata a una mujer alejada del estereotipo de "esposa de comisario" que se limita a acompañarlo a actos sociales y protocolarios. 

Cuando en el registro del piso de su hija los agentes encontraron ocho bolsas de marihuana (600 gramos de grifa) pensaron que eran de Triana Martínez, pero la madre aseguró que eran de ella, que se las había guardado a un tipo de León del que no quiso dar más datos, salvo que le intentó comprar una pistola aunque el trato no cuajó porque el arma era muy cara. Aun así, insistió en que no consume, en que hace años que no se fuma un porro, pese a estar familiarizada con esta droga. "Hace dos años en el bar de Armando fumaban porros". 

Otro personaje que dejó boquiabiertos a los investigadores al conocer detalles de quién era y la aparente familiaridad con que lo trataba Montserrat. Fue a este hombre, Armando, con antecedentes policiales y fallecido en enero del año pasado, a quien compró el revólver Taurus del 32 H&R Magnum que acabó con la vida de Carrasco y apareció 30 horas después en el coche de la policía local Raquel Gago. Lo adquirió dos años antes y pagó por él 2.000 euros, según sus palabras. Al aparentemente poco recomendable Armando le compró también otra pistola, que guardaba en su habitación del piso de la hija, así como munición para llenar varias cajas. La mayoría de las balas dice que se las habían dado. Una vez más omitió el nombre del generoso amigo.   

Montserrat contó, con la mayor naturalidad, que conoció a Armando "bajito y risueño" a través de los mercadillos y luego cerraba los tratos en su bar de Gijón, en la zona de La Calzada. Más tarde, se enteró de su muerte por el periódico. No le preguntó ni la juez ni el fiscal si ya tenía dos armas para qué buscaba otra más, la que pretendía comprarle al supuesto dueño de la marihuana. 

Como una leona defendió a su hija a dentelladas. No solo la exculpó del crimen de Carrasco y se atribuyó ella la responsabilidad al completo, sino que reiteró en la Sala que Triana no sabía nada ni de la droga ni de las armas ni de las balas aunque siempre habían tenido munición en casa. El fiscal intentó apretarle. ¿Cómo ha podido hacer la faena a su hija de llevar a su casa pistolas y marihuana, teniendo además casa en Carrizo y Gijón?, tanteó. "Como estaba aquí en León no podía llevar las chismas, tenía que tenerlo en León. Me equivoqué por hacerle esto a mi hija, pero por eso no tiene que pagar culpas ella". 

La estrategia de "mamá fuma porros" y anda con su parka de Hugo Boss y sus Ray Ban armada como un cuatrero, a espaldas de todo su círculo, no le ha funcionado. La juez imputa los mismos delitos a la inseparable pareja. Las anotaciones manuscritas sobre todo tipo de armas llevan el sello de Triana. El padre y esposo, inspector jefe de Policía, quien sigue con el jarro helado en la cabeza, aportó su peculiar visión de madre e hija al declarar: "Las quiero mucho, pero no me hacen puñetero caso".