Montserrat González |
"Me pidió el favor de guardar la maría a cambio de que si un día yo necesitaba la pistola podría ayudarme. Ese día la llevé a casa. Fue hace dos o tres meses. Cuando llegué mi hija no estaba; la dejé en la habitación. Solo tenía esa maría en esa habitación y un poco en un chisme en la cocina. De vez en cuando me he fumado un porro, pero no soy consumidora habitual. Me he fumado alguna vez un porro yo sola en algún bar". La declaración ante la juez de Montserrat González, en prisión por el asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, retrata a una mujer alejada del estereotipo de "esposa de comisario" que se limita a acompañarlo a actos sociales y protocolarios.
Cuando en el registro del piso de su hija los agentes encontraron ocho bolsas de marihuana (600 gramos de grifa) pensaron que eran de Triana Martínez, pero la madre aseguró que eran de ella, que se las había guardado a un tipo de León del que no quiso dar más datos, salvo que le intentó comprar una pistola aunque el trato no cuajó porque el arma era muy cara. Aun así, insistió en que no consume, en que hace años que no se fuma un porro, pese a estar familiarizada con esta droga. "Hace dos años en el bar de Armando fumaban porros".
Otro personaje que dejó boquiabiertos a los investigadores al conocer detalles de quién era y la aparente familiaridad con que lo trataba Montserrat. Fue a este hombre, Armando, con antecedentes policiales y fallecido en enero del año pasado, a quien compró el revólver Taurus del 32 H&R Magnum que acabó con la vida de Carrasco y apareció 30 horas después en el coche de la policía local Raquel Gago. Lo adquirió dos años antes y pagó por él 2.000 euros, según sus palabras. Al aparentemente poco recomendable Armando le compró también otra pistola, que guardaba en su habitación del piso de la hija, así como munición para llenar varias cajas. La mayoría de las balas dice que se las habían dado. Una vez más omitió el nombre del generoso amigo.
Montserrat contó, con la mayor naturalidad, que conoció a Armando "bajito y risueño" a través de los mercadillos y luego cerraba los tratos en su bar de Gijón, en la zona de La Calzada. Más tarde, se enteró de su muerte por el periódico. No le preguntó ni la juez ni el fiscal si ya tenía dos armas para qué buscaba otra más, la que pretendía comprarle al supuesto dueño de la marihuana.
Como una leona defendió a su hija a dentelladas. No solo la exculpó del crimen de Carrasco y se atribuyó ella la responsabilidad al completo, sino que reiteró en la Sala que Triana no sabía nada ni de la droga ni de las armas ni de las balas aunque siempre habían tenido munición en casa. El fiscal intentó apretarle. ¿Cómo ha podido hacer la faena a su hija de llevar a su casa pistolas y marihuana, teniendo además casa en Carrizo y Gijón?, tanteó. "Como estaba aquí en León no podía llevar las chismas, tenía que tenerlo en León. Me equivoqué por hacerle esto a mi hija, pero por eso no tiene que pagar culpas ella".
La estrategia de "mamá fuma porros" y anda con su parka de Hugo Boss y sus Ray Ban armada como un cuatrero, a espaldas de todo su círculo, no le ha funcionado. La juez imputa los mismos delitos a la inseparable pareja. Las anotaciones manuscritas sobre todo tipo de armas llevan el sello de Triana. El padre y esposo, inspector jefe de Policía, quien sigue con el jarro helado en la cabeza, aportó su peculiar visión de madre e hija al declarar: "Las quiero mucho, pero no me hacen puñetero caso".
Buenas tardes, Cruz. Encantado de saludarte. Estamos produciendo una serie documental y me gustaría contactar contigo. Un saludo!
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