Rafael Robles García, el asesino muerto durante su persecución |
Este hombre, Rafael Robles García, ha muerto hoy en Plasencia. Pero antes ha llevado su ruido y su furia a dos familias y el pánico a una tercera. Desde el día 21 de enero, cuando salió de la cárcel con un permiso de cinco días, ha matado a dos hombres -a los que no conocía de nada- para robar un coche a cada uno y a punto estuvo de acabar también con la vida de un tercero y su bebé. Cincuenta agentes le han dado caza tras perseguirlo en su endiablada carrera hacia la nada. Tenía tres pistolas, una navaja, munición, medicinas, ropa... "No puedo respirar, no puedo respirar", les decía a los agentes que le pusieron las esposas cerca del cobertizo donde se refugió. Cayó fulminado. Ahora se investigará si de un infarto o de la herida de bala que ha visto la forense en su omóplato (sin salida) y que no dejó ni rastro de sangre. "No sabemos aún si hubo un tiroteo o si le ha alcanzado algún disparo", ha explicado el general de la Guardia Civil de Extremadura.
Rafael Robles cumplía condena en Badajoz porque intentó matar a un hombre con el que acababa de tener una discusión de tráfico en 2001. Su lista de antecedentes (agresión con navaja, drogas...) se remonta a 1990. El "angelito" al día siguiente de salir de permiso, el pasado 22 de enero, encañonó a un joven en su garaje de Plasencia y lo obligó a que lo trasladara a la presa del Jerte. Quería llevarse el coche, en el que también viajaba el bebé de la víctima. Este aceleró y logró escapar aunque el delincuente disparó tres veces contra el vehículo.
El siguiente episodio (aún en investigación) ocurrió una semana después en Cazalegas (Toledo). Allí fue asesinado a tiros otro joven de 28 años que estaba de caza con sus galgos. El asesino huyó con el Kia Sorento de la víctima, que apareció quemado dos días después cerca del tanatorio de Badajoz. Ayer, Robles volvió a actuar y mató a Manuel Tejeda, de 57 años, de un tiro en la nunca en Badajoz. Lo dejó moribundo y huyó con el Ford Focus de la víctima y su teléfono.
Esta mañana ha sembrado el pánico en las inmediaciones de Plasencia. Lo vio un policía nacional en el coche robado pasadas las diez, conduciendo como un loco. El temor es que el asesino se metiera en una urbanización, que secuestrara a alguien, que volviera a matar. Quería cruzar el río Jerte, pero iba tan crecido que no ha podido. Pasada la una y media de la tarde, tras horas de persecución de la Policía y la Guardia Civil, consiguieron pararlo. Era un permiso ordinario, pero en él dos familias han saltado por los aires.
Estos han sido los hechos. Acarrean una intrahistoria paralela para mí. Mientras sucedían, necesitaba un pequeño favor (ajeno al asunto) de una de las personas que en esas horas se dejaba la piel y los nervios en busca del criminal. Enfrascada en otros sucesos, desconocía que se estaba produciendo esa persecución. Mi interlocutor, un viejo y querido conocido, con su calma habitual me ha respondido: "Ahora no puedo, Cruz. En cuanto tenga unos minutos hablamos". En menos de una hora tenía mi respuesta. No me ha mencionado ni una palabra sobre la tensión que vivían ni sobre el momento inconveniente de mi llamada. No ha postergado la gestión, solo he notado que tenía mucha prisa.
La historia se remonta a muchos años atrás, a muchos sinsabores para ambos por la trinchera compartida en ocasiones. Quizá esa sea una de las marcas de identidad del periodismo de sucesos: la lealtad arrastrada en el tiempo; el hoy por ti y mañana ya veremos... Estas pequeñas intrahistorias son las que muchos días nos mantienen atados al oficio, las que otorgan sentido a algún sinsabor a deshora. Él no la leerá, pero eso qué importa. "(...) ya sabes cuánto hay de insuperable en esto de ser hombre"
Qué buen post, pero que mejor final. Me recordó a una novela negra detallista e intrigante que leí hace tiempos inmemoriables.
ResponderEliminarEnhorabuena, sigo con fervor su blog