Hay abogados que llevan el crimen escrito en la toga y no me refiero al de la defensa de sus clientes. Letrados que bordean el límite, con un pie permanente en el acantilado, que coquetean con narcos, con sociedades fantasma, con cuentas opacas... Algunos, incluso se ponen a sueldo de organizaciones criminales a cambio de cheques con menos límites de ceros que su ética profesional. Pero a veces el trabajo a caballo pasa factura. Llegan las amenazas, las vendettas o la muerte. No sabemos si este fue el caso del penalista Alfonso Díaz Moñux y probablemente nunca se logre esclarecer quien puso precio a su cabeza: 60.000 euros y una semiautomática redondearon el círculo. Sus temores (había denunciado amenazas de muerte ante la Policía) no eran infundados.
Dos sicarios le esperaron el 18 de diciembre de 2005 cuando entraba en su garaje de Chamartín junto a su pareja, la también letrada Tania Varela, que fue novia del hijastro del capo Laureano Oubiña y que ahora sonreirá desde el lugar en el que se oculte (está en busca y captura tras ser condenada a siete años por narcotráfico). La Audiencia de Madrid juzga estos días a ocho sicarios, cuatro colombianos y cuatro españoles. ¿Pero quién les pagó? El fiscal reconoce en su escrito de acusación que la persona que encargó el crimen "sigue sin nombre y apellidos". La nómina de sospechosos da para un capítulo de novela (desde narcos gallegos hasta el jefe de la mafia georgiana Zakhar Kalashov pasando por condenados del 11-M, puesto que a todos ellos los asistió) y, sin embargo, cinco años después se celebra el juicio sin saber quién patrocinó el trabajo. Los asesinos a sueldo se enfrentan a penas que oscilan entre los 15 y los 24 años de prisión, pero aun así no abren la boca.
Díaz Moñuz, primero por la izquierda durante un juicio *ABC |
Moñuz ya era un letrado conocido para la Policía. En los 90 defendió al histórico capo gallego Sito Miñanco. En 2006, con los clanes de la droga en plena reconversión, el letrado asume la defensa de David Pérez Lago, hijastro de otro peso pesado de las rías: Laureano Oubiña, y de una abogada supuesta novia de Lago: Tania Varela y socia junto a él en el negocio más rentable de Galicia. Estaban en prisión por un millonario alijo de cocaína. La relación profesional de las togas derivó en personal y Varela y Moñux se convirtieron en pareja. Meses antes de su asesinato, el abogado acudió a la Policía y a un juzgado madrileño. Contó que lo seguían, que tenía miedo y que Lago quería asesinarlo desde la cárcel. En ese momento se investigaba al abogado por un presunto delito de blanqueo y se trataba de determinar si había tenido alguna participación en el robo de una partida de cocaína a "señores de la droga" colombianos, de esos que anotan cada nombre de un traidor en su cuaderno hasta que arrancan la última hoja.
Moñux no se arredró y una semana antes de su muerte asumió una defensa compleja: la del "ladrón en la ley" georgiano Zakhar Kalashov, otro tipo poderosísimo que aún no estaba acostumbrado a no manejar a la Policía, los jueces y los fiscales a su antojo. Dada la coincidencia temporal, tras el asesinato saltaron las alarmas porque además en el intermedio aparecían otros dos "señores de la toga" abonados a los claroscuros. Los investigadores concluyeron que el mafioso no ordenó el crimen; curioso porque aun hoy se ignora quién lo hizo. Estos días los abogados de los sicarios insisten una y otra vez en su tesis: el testimonio de Tania Varela que escapó a dos asesinos a sueldo y al fragor de una semiautomática es clave. Pero nadie sabe dónde se oculta la letrada gallega, condenada a siete años y engullida por la tierra. Hay abogados, dice un investigador amigo, que llevan el crimen escrito en la toga.
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