Los diarios españoles llevan a la portada de sus digitales la siguiente noticia que mañana el semanario alemán Der Spiegel desarrolla a bombo y platillo: "EE.UU tuvo equipos de espías en Madrid y en otras capitales europeas". ¿Cómo que tuvo? ¿Acaso nos consideran ya tan ingenuos para intentar colarnos ese pretérito? Todos los servicios de inteligencia están diseñados para espiar a países y ciudadanos en el exterior que no sean los suyos. Es su base, el sentido de su existencia, sobre eso no hay discusión. Las oficinas no cuelgan el cartel de espionaje en su puerta ni se anuncian en el Segunda Mano, es obvio; pero igual de evidente es que están implantadas, consolidadas y consentidas por los Gobiernos correspondientes. Tienen agentes reconocidos con los que se trabaja de forma bilateral o multilateral en seguridad, terrorismo, crimen organizado o lo que toque, y agentes que se camuflan y pululan por las alcantarillas o las superficies deslizantes siguiendo las consignas recibidas.
Con esta premisa me resulta pueril e inocente alarmarse porque la CIA nos espía. Agárrese amigo, porque no solo la CIA nos espía; nosotros también los espiamos a ellos. En el mismísimo corazón de Manhattan, el CNI, los nuestros, mantiene una oficina desde la que posiblemente espíen con atención y sin licencia de apertura a quien corresponda o se decida en ese momento porque constituya una amenaza para intereses españoles o bien porque pueda aportar claves económicas o políticas. En ella, me contaron hace un tiempo, trabaja un superviviente de un atentado sufrido por agentes españoles en el exterior, que sigue al servicio de la Casa. Todo muy peliculero, pero con suficientes dosis de realidad.
Quizá la alarma suscitada por la noticia (Margallo ha convocado al embajador norteamericano en España) derive del nombre en la diana. No es lo mismo espiar al presidente de una empresa telefónica o de un banco -clientes habituales de los servicios de inteligencia- que apuntar directamente al presidente de un país, en este caso a la canciller Angela Merkel. Claro que de ser cierta la forma en la que grabaron su teléfono móvil (identificado supuestamente como "GE Chancellor Merkel") más valdría recurrir a John Le Carré y mandar a los chicos de la CIA a trabajos forzados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario