Antonio del Castillo, durante la anterior búsqueda Foto: ABC |
"No somos optimistas, pero no vamos a dejar de intentarlo nunca. ¿Abandonar? Eso no lo hace un policía". La retroexcavadora, las palas y los uniformes han vuelto a la Majaloba, una finca entre Sevilla y La Rinconada en la que ya todos sabemos que se cultiva maíz, se respeta el tiempo de barbecho y, lo importante, se busca el cuerpo de Marta del Castillo en una zanja. El único condenado por ese crimen, el desmemoriado Miguel Carcaño, asegura que la enterraron ahí él y su hermano y, aunque la Justicia no le crea, la Policía insiste y sigue adelante tirando de los pocos hilos a los que agarrarse. El informe del georadar elaborado por Luis Avial ha sido entregado esta mañana a la Policía. Unas horas después, los agentes de la Policía Judicial de Sevilla ya estaban en marcha, en busca de las anomalías marcadas primero por la termografía aérea y después mediante la prospección con el georadar en el terreno que hasta hace unos días cubrían las plantas de maíz.
El padre de Marta, Antonio del Castillo, y su abuelo, José Antonio Casanueva, ese hombre incansable y sereno, corrieron hacia el lugar como cada vez que una mínima esperanza llama a la puerta de su casa. Como los agentes, ellos nunca abandonarán, pese a la ferocidad de tener que creer la palabra mendaz del único condenado por asesinar a su niña. La experiencia de los policías más veteranos del caso apunta al escepticismo, producto de la desconfianza lógica hacia el delincuente y la coraza que va aumentando de grosor a cada año profesional cumplido. Los más jóvenes, que no inexpertos, se ilusionan con una tenue posibilidad de acabar de una vez y devolver la paz que no el consuelo a una familia partida en dos una madrugada de enero.
Hace solo unos días, con la incertidumbre de una nueva búsqueda dilatada por el cruce de escepticismo y realidad, Eva Casanueva la madre de Marta se sobresaltaba con la noticia de que Carcaño había progresado de grado, gracias a la decisión de una juez. En su cabeza bullía la idea de que el asesino de la niña pudiera obtener un permiso pasado no mucho tiempo, en cuanto cumpla un cuarto de su condena. No parece probable que nadie le conceda ese permiso, mucho menos sin que aparezca el cuerpo de su víctima. Mientras, se le ha concedido el segundo grado y ha sido trasladado a la cárcel de Herrera de la Mancha. Allí, convivirá con otro reo, Miguel Ricart asesino de las niñas de Alcasser, a quien jamás se ha autorizado una salida pese a los años cumplidos. El sistema es imperfecto, pero a veces su maquinaria resulta implacable para quienes han traspasado todos los límites. En ninguno de estos dos casos la desidia ha llamado a la puerta. ¿Abandonar? Como recuerda el baqueteado investigador la Policía no se da por vencida nunca. En el caso de Marta el lazo afianzado entre familia y agentes es inquebrantable.
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