martes, 22 de octubre de 2013

EL COMISARIO EXPERTO EN EL QUIJOTE

Losada en su toma de posesión al frente de Policía Judicial
El currículum profesional del comisario José García Losada incide en que es un experto en delincuencia económica y financiera. Rigurosamente cierto. Como lo es en crimen organizado, en drogas y en salvajes atracadores y narcos a los que ha perseguido durante años. Losada es, en realidad, un especialista en todas las vertientes de "La Pringue", como se conoce a la Policía Judicial, la cuna de la investigación, que él mamó desde su ingreso en el Cuerpo (1973). 

Su currículum personal es menos conocido pero igual de admirable. Pocos saben que este hombretón, pegado a un paquete de cigarrillos negros, es un enorme conocedor de El Quijote, que lo ha estudiado a fondo y que ha diseccionado en varios escritos la delincuencia en el siglo de Oro español, la anatomía de los personajes que pululaban por las calles y los rasgos de trepas y chorizos que se han perpetuado hasta hoy. Su pluma es soberbia, precisa, rigurosa; no sobra ni falta un verbo o un adjetivo. 

Cuando le conocí, a finales de los noventa, Losada ya era todo un comisario, prestigioso y querido por sus hombres, al frente de la Brigada Central de Estupefacientes y yo una advenediza de los sucesos deseosa de aprenderlo todo sobre las organizaciones de traficantes. Fue él quien me explicó cómo funcionaban los circuitos de la "brown sugar" que seguía dejando cadáveres en sórdidos rincones, quién era el legendario Urfi Cetinkaya, alias "el Paralítico", y cómo antes o después atraparían a Francisco Javier Martínez Sanmillán, "Franky", que metió toneladas de cocaína en España y al que persiguieron durante 12 años. Era una de sus particulares bestias negras tras huir ya condenado por la "Operación Nécora" y cambiarse las huellas dactilares por las de los pies, ayudado por narcos colombianos. 

Losada es un tipo generoso en sus explicaciones sobre los resortes criminales, pero parco como nadie a la hora de revelar un detalle que pueda exponer a su gente. Lo saben ellos y lo sabemos quienes le hemos frecuentado menos de lo que hubiéramos querido. En 2002 el PP lo nombró comisario general de Policía Judicial y en dos años le dio la vuelta a ese templo de la investigación. Cuando Zapatero ganó y asoló, como hace cada Gobierno de turno, los puestos de responsabilidad de la Policía (eso que nunca pasa en la Guardia Civil), Pepe fue enviado al ostracismo, pese a su reconocida no militancia ni aproximación política. Aun así siguió en primera línea con su peculiar y entregada forma de entender la Casa. 

El PP lo rescató al ganar de nuevo y lo nombró director general del Centro de Inteligencia contra el Crimen Organizado. Un puesto a su medida, que fue celebrado por algunos de los mejores investigadores de este país. Ya en ese momento todas las quinielas lo situaban de nuevo al frente de la Comisaría General de Policía Judicial, pero alguien movió el sillón y el puesto fue ocupado por otro comisario, Enrique Rodríguez Ulla, el más fugaz en ese destino en toda la democracia. Menos de medio año salpicado de dimes y diretes sobre el ático de Ignacio González, las investigaciones de delincuencia económica con atajos de corbata y trajes caros, y una situación insostenible que se resolvió con el nombramiento de Losada para el puesto, en julio de 2012.

Losada con el comisario Serafín Castro tras recuperase el Códice
Pepe volvió a la Judicial en la que tenían responsabilidades algunos comisarios, inspectores jefes, inspectores y policías con los que había trabajado en muchos momentos de su vida. Unos días después comparecía con Serafín Castro, tras recuperarse el Códice Calixtino. Ambos se remangaron y redactaron juntos las diligencias urgentes, un viernes de julio por la tarde, para que Rajoy pudiera devolver unas horas después la joya robada a la Catedral de Santiago. La vuelta ha sido efímera: poco más de un año de intensidad, disgustos (como el descubrimiento del error de la perito del caso Bretón) y grandes informes contra la corrupción (caso Palau, caso Bárcenas...) y el crimen organizado, llevados a cabo por su gente y rubricados con su firma. No gustó el del marido de Ana Mato, ni alguno de Bárcenas (quien pidió a sus antiguos amigos en el PP que pararan los pies a la UDEF); no gustaron los de Convergencia y el Palau y mucho menos que desde esa Comisaría General se negaran los falsos borradores, cocinados en las alcantarillas, y no por los auténticos investigadores. 

Hace unos días la cuerda se rompió, pese a que Rajoy ofreciera como "prueba de vida" en el Congreso, el pasado agosto, que policías, jueces y fiscales al frente de las investigaciones de Gürtel seguían en sus puestos. Bajo el paraguas de gran remodelación de los servicios centrales de la Policía, Losada se quedó en el cabo deshilachado de la cuerda. No estaba cansado del puesto, o eso creo yo sin preguntarle, sino de que el puesto sea utilizado para deshacer entuertos y corruptelas. La siguiente partida ya está servida. Eso sí con otros protagonistas del nuevo Quijote.       
  

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