La madre de Carolina solo piensa en venir a España para llevarse a Perú lo poco que queda de su niña: un tronco con su bebé de siete meses en las entrañas que la Guardia Civil desenterró de entre cal y cemento. Carolina, asesinada por su pareja en Cifuentes (Guadalajara) el 30 de septiembre, no tiene a nadie que la defienda. El padre de sus tres hijos la maltrató (hay en vigor una orden de alejamiento) y el padre del cuarto, José Miguel Batanero, la mató, la descuartizó, ocultó parte de su cadáver y mintió tanto que aún no se ha encontrado el resto del cuerpo de la joven. Los investigadores son pesimistas. "No tenemos muchas esperanzas. A saber qué hizo...", comentan escépticos espantando las elucubraciones. Los dueños de rehalas de perros de caza a los que el acusado dice que vendió las partes no halladas no pueden aportar más luz que lo que ya han declarado. Las mentiras a medias del autor han complicado el camino.
Conté la historia de Carolina Calderón el domingo en ABC -"Carolina acabó entre cemento, cal y fauces de perro"- y me dolió cada palabra que iba escribiendo mientras una bellísima mujer me miraba asomándose al imprevisible futuro. En Cifuentes, la peruana era una extranjera. Algunos deslizan comentarios de esos surgidos de las profundidades de pueblos anclados en el peso de la tradición, el nombre y el supuesto conocimiento vecinal. Esos no eran los lazos de Carolina. Aun así, sus pocos amigos le levantaron un pequeño altar en la puerta de la casa-carnicería en la que vivía con Batanero. Un sencillo jarrón con flores y unas velas. La frágil memoria agazapada en la endogamia y la tradición. Este fin de semana, alguien profanó esa memoria, lo único que queda de su rastro y prendió fuego al minihomenaje. Llamas para arrasar y para marcar territorio.
Un amigo de Carolina me ha enviado esas fotos. Siente rabia, pero siente más el silencio cómplice del pueblo. Antes de irme: la madre de Carolina no tiene dinero para repatriar a su hija. Dudo que le alcance para volar hasta España. Sus tres nietos están con su padre, ese que no podía acercarse a la madre por maltrato. Fue a recogerlos cuando el asesino se lo pidió. Hasta entonces les había puesto la comida y cuidado con devoción como si la madre de las criaturas se hubiera fugado en lugar de estar sepultada unos metros más allá y quién sabe adónde más.
P. D. No puedo olvidarme del último caso de violencia machista ocurrido hoy en Torremolinos. Una mujer ha sido asesinada por su pareja, que ya había maltratado a otra mujer con la que convivió. A la víctima se le habían concedido dos órdenes de alejamiento de otros dos hombres, una en 2004 y otra, en vigor, en 2011. Llevaba "sentenciada" casi una década.
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