miércoles, 27 de noviembre de 2013

YUNCOS: EN BUSCA DE DE UNA 9 MM PARABELLUM

Román Gómez Maestre, guardia civil de 37 años, está consciente pero malherido. El pasado miércoles ingresó en la UCI del Hospital Nacional de Parapléjicos donde siguen evaluando si sufre una lesión medular. Lleva desde el 5 de octubre ingresado, con su vida pendiendo de un hilo. Tres atracadores le dispararon a quemarropa en el aparcamiento de un supermercado de Yuncos (Toledo) que acababan de asaltar. Una bala le entró por el cuello y le salió por la espalda. El botín: 1.500 euros y el pánico y la violencia sembrados a su paso. Los individuos lograron huir y desde ese día la Guardia Civil mantiene un dispositivo abierto para darles caza. Tienen algunas pistas, pero cuando se trata de un compañero herido la prudencia aconseja no errar, sorprenderlos y reunir las pruebas suficientes para que les condenen.

La semana pasada se difundieron las imágenes de los atracadores en plena acción. En una de ellas, se ve con cierta nitidez a un asaltante pistola en mano. Los investigadores recogieron en el aparcamiento seis casquillos de una pistola 9 mm parabellum a la que siguen la pista. Con ella dispararon tres veces a Román. Se les perdió la pista en Puente de Vallecas tras huir en el Seat Toledo que habían robado horas antes en Ciempozuelos.

"No han dado ni un paso en falso y eso es malo porque indica que son bragados. No es su primer palo ni mucho menos. Ningún atracador dispara a un agente a la primera. Hay que mover el avispero a ver si se ponen nerviosos", señalan desde la Guardia Civil. Saben que el botín fue exiguo, de manera que si se les detiene y no encuentran nada que les vincule con el asalto los investigadores corren el riesgo de que queden en libertad, mientras su compañero lucha por su vida en el hospital. Paciencia les sobra y oídos y ojos dispuestos a colaborar, también.

Fotograma de los tres atracadores difundida por la Guardia Civil

NINGUNA CÁMARA GRABÓ A BASTERRA

"Qué más quisiéramos que tener grabado a Alfonso Basterra. Pero no. Todavía ahora, dos meses después, se miran y se remiran las cintas por si se ha colado algún detalle". El juez Taín no tiene, de momento, elementos para situar al padre de Asunta ni en la finca de Teo, donde supuestamente la pequeña murió asfixiada, ni en la pista forestal donde se halló su cuerpo. Él declaró que, tras la comida del sábado 21 de septiembre, no salió de su casa de la calle República Argentina hasta que su exmujer lo llamó para decirle que había desaparecido la niña. El reloj ya había marcado las 21.30 de la noche.

Los agentes han repetido el recorrido del Mercedes de Porto desde Doctor Teixeiro hasta su finca una y mil veces. Han revisado las grabaciones hasta dejarse las pestañas y ni rastro de Basterra. Se barajó al inicio que el padre hubiera eludido dos cámaras que le habrían captado si hubiera caminado desde su casa hasta la de su exesposa. ¿Cómo? Adentrándose en un aparcamiento subterráneo con tres salidas que hay frente a su edificio. Se descartó. Ni un solo dato en ese sentido. De haber sido así, sería muy difícil que no hubiera quedado reflejado, minutos después, en la cámara de la gasolinera en la que madre e hija aparecen con nitidez y por la que pasaron, como se comprobó. De hecho fue esta grabación la que dio la primera pista de que Rosario mintió en su declaración inicial ante la Policía. 

Alfonso Basterra, padre de Asunta, poco antes de ser detenido     *ABC

En segundo lugar, por apurar posibilidades, los investigadores barajaron que Porto hubiera recogido a Basterra directamente en su portal, con Asunta en el asiento del copiloto y que él se hubiera camuflado en la parte trasera del coche. En ninguna cámara se tiene a foco esa parte (a pesar de que el coche carezca de cristales tintados, el espacio más reducido y la curva del techo provocan una menor iluminación. Esta posibilidad se investigó con más intensidad, pero tampoco ha sido fructífera. 

El juez, ni en el auto de prisión de Basterra, ni en el de levantamiento del secreto de actuaciones donde recoge un somero relato de hechos, sitúa a Basterra entre la comida (cuando en teoría la pequeña ingirió la dosis tóxica de pastillas) y el momento en el que ambos progenitores acuden a comisaría a denunciar (llegaron a las 22.17 e interpusieron la denuncia a las 22.31). Son horas cruciales, horas en las que la niña fue drogada y asesinada, según el fiscal y el juez. Ambos consideran de igual modo al padre presunto responsable del asesinato, pero las cámaras no le han grabado. Habría facilitado la investigación, pero como ironiza un agente con un rastro de desazón: "No está y lo que no vamos es a dibujarlo". 

martes, 12 de noviembre de 2013

CAROLINA, ASESINADA E INCENDIADA SU MEMORIA

La madre de Carolina solo piensa en venir a España para llevarse a Perú lo poco que queda de su niña: un tronco con su bebé de siete meses en las entrañas que la Guardia Civil desenterró de entre cal y cemento. Carolina, asesinada por su pareja en Cifuentes (Guadalajara) el 30 de septiembre, no tiene a nadie que la defienda. El padre de sus tres hijos la maltrató (hay en vigor una orden de alejamiento) y el padre del cuarto, José Miguel Batanero, la mató, la descuartizó, ocultó parte de su cadáver y mintió tanto que aún no se ha encontrado el resto del cuerpo de la joven. Los investigadores son pesimistas. "No tenemos muchas esperanzas. A saber qué hizo...", comentan escépticos espantando las elucubraciones. Los dueños de rehalas de perros de caza a los que el acusado dice que vendió las partes no halladas no pueden aportar más luz que lo que ya han declarado. Las mentiras a medias del autor han complicado el camino.
  
Conté la historia de Carolina Calderón el domingo en ABC -"Carolina acabó entre cemento, cal y fauces de perro"- y me dolió cada palabra que iba escribiendo mientras una bellísima mujer me miraba asomándose al imprevisible futuro. En Cifuentes, la peruana era una extranjera. Algunos deslizan comentarios de esos surgidos de las profundidades de pueblos anclados en el peso de la tradición, el nombre y el supuesto conocimiento vecinal. Esos no eran los lazos de Carolina. Aun así, sus pocos amigos le levantaron un pequeño altar en la puerta de la casa-carnicería en la que vivía con Batanero. Un sencillo jarrón con flores y unas velas. La frágil memoria agazapada en la endogamia y la tradición. Este fin de semana, alguien profanó esa memoria, lo único que queda de su rastro y prendió fuego al minihomenaje. Llamas para arrasar y para marcar territorio. 


Un amigo de Carolina me ha enviado esas fotos. Siente rabia, pero siente más el silencio cómplice del pueblo. Antes de irme: la madre de Carolina no tiene dinero para repatriar a su hija. Dudo que le alcance para volar hasta España. Sus tres nietos están con su padre, ese que no podía acercarse a la madre por maltrato. Fue a recogerlos cuando el asesino se lo pidió. Hasta entonces les había puesto la comida y cuidado con devoción como si la madre de las criaturas se hubiera fugado en lugar de estar sepultada unos metros más allá y quién sabe adónde más.    

P. D. No puedo olvidarme del último caso de violencia machista ocurrido hoy en Torremolinos. Una mujer ha sido asesinada por su pareja, que ya había maltratado a otra mujer con la que convivió. A la víctima se le habían concedido dos órdenes de alejamiento de otros dos hombres, una en 2004 y otra, en vigor, en 2011. Llevaba "sentenciada" casi una década.  










lunes, 11 de noviembre de 2013

NADIE MATÓ AL SEÑOR DE LA TOGA

Hay abogados que llevan el crimen escrito en la toga y no me refiero al de la defensa de sus clientes. Letrados que bordean el límite, con un pie permanente en el acantilado, que coquetean con narcos, con sociedades fantasma, con cuentas opacas... Algunos, incluso se ponen a sueldo de organizaciones criminales a cambio de cheques con menos límites de ceros que su ética profesional. Pero a veces el trabajo a caballo pasa factura. Llegan las amenazas, las vendettas o la muerte. No sabemos si este fue el caso del penalista Alfonso Díaz Moñux y probablemente nunca se logre esclarecer quien puso precio a su cabeza: 60.000 euros y una semiautomática redondearon el círculo. Sus temores (había denunciado amenazas de muerte ante la Policía) no eran infundados.


           Díaz Moñuz, primero por la izquierda durante un juicio               *ABC
Dos sicarios le esperaron el 18 de diciembre de 2005 cuando entraba en su garaje de Chamartín junto a su pareja, la también letrada Tania Varela, que fue novia del hijastro del capo Laureano Oubiña y que ahora sonreirá desde el lugar en el que se oculte (está en busca y captura tras ser condenada a siete años por narcotráfico). La Audiencia de Madrid juzga estos días a ocho sicarios, cuatro colombianos y cuatro españoles. ¿Pero quién les pagó? El fiscal reconoce en su escrito de acusación que la persona que encargó el crimen "sigue sin nombre y apellidos". La nómina de sospechosos da para un capítulo de novela (desde narcos gallegos hasta el jefe de la mafia georgiana Zakhar Kalashov pasando por condenados del 11-M, puesto que a todos ellos los asistió) y, sin embargo, cinco años después se celebra el juicio sin saber quién patrocinó el trabajo. Los asesinos a sueldo se enfrentan a penas que oscilan entre los 15 y los 24 años de prisión, pero aun así no abren la boca. 

Moñuz ya era un letrado conocido para la Policía. En los 90 defendió al histórico capo gallego Sito Miñanco. En 2006, con los clanes de la droga en plena reconversión, el letrado asume la defensa de David Pérez Lago, hijastro de otro peso pesado de las rías: Laureano Oubiña, y de una abogada supuesta novia de Lago: Tania Varela y socia junto a él en el negocio más rentable de Galicia. Estaban en prisión por un millonario alijo de cocaína. La relación profesional de las togas derivó en personal y Varela y Moñux se convirtieron en pareja. Meses antes de su asesinato, el abogado acudió a la Policía y a un juzgado madrileño. Contó que lo seguían, que tenía miedo y que Lago quería asesinarlo desde la cárcel. En ese momento se investigaba al abogado por un presunto delito de blanqueo y se trataba de determinar si había tenido alguna participación en el robo de una partida de cocaína a "señores de la droga" colombianos, de esos que anotan cada nombre de un traidor en su cuaderno hasta que arrancan la última hoja.


Moñux no se arredró y una semana antes de su muerte asumió una defensa compleja: la del "ladrón en la ley" georgiano Zakhar Kalashov, otro tipo poderosísimo que aún no estaba acostumbrado a no manejar a la Policía, los jueces y los fiscales a su antojo. Dada la coincidencia temporal, tras el asesinato saltaron las alarmas porque además en el intermedio aparecían otros dos "señores de la toga" abonados a los claroscuros. Los investigadores concluyeron que el mafioso no ordenó el crimen; curioso porque aun hoy se ignora quién lo hizo. Estos días los abogados de los sicarios insisten una y otra vez en su tesis: el testimonio de Tania Varela que escapó a dos asesinos a sueldo y al fragor de una semiautomática es clave. Pero nadie sabe dónde se oculta la letrada gallega, condenada a siete años y engullida por la tierra. Hay abogados, dice un investigador amigo, que llevan el crimen escrito en la toga.