lunes, 22 de julio de 2013

VIOLENCIA DE GÉNERO Y DE NÚMEROS





Una radiografía exacta del maltrato machista. Esa es la pretensión del Ministerio de Sanidad con el anuncio de incorporar a las estadísticas de violencia de género a las mujeres ingresadas en un hospital tras recibir una paliza de su pareja o expareja. El anuncio, que no es tal puesto que está recogido en la Estrategia Nacional para la erradicación de la violencia sobre las mujeres, ya aprobada por las Comunidades Autónomas y por las asociaciones del Observatorio estatal (todos aquellos actores que tienen voz), se ha transformado en un auto de fe, un proceso inquisitorial alentado en las redes sociales. Esto no es un alegato ni a favor ni en contra del Gobierno ni de ninguno de sus representantes, pero las víctimas, esas mujeres invisibles tantas veces, mercancía tantas otras, pasto de titular en muchas ocasiones no se merecen más falacias. 

Hasta hace menos de diez años no había estadísticas fiables. Nadie sabía con certeza cuántas mujeres eran asesinadas por sus verdugos, por los padres de sus hijos... y mucho menos cuántas se sorbían los mocos y la rabia llorando en silencio en el infierno de su casa. Llegó una ley, la primera del Gobierno de Zapatero, consensuada con todos los grupos políticos y ya para entonces se había creado en el seno del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) el Observatorio contra la violencia doméstica y de género. Casi al tiempo nació la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, que ha ido cambiando de Ministerio en estos años pero no de impulso. Desde entonces hay dos tipos de estadísticas con las que cualquiera puede saber con bastante precisión la magnitud de esta lacra que debería avergonzarnos a todos.

Una actualizada permanentemente en el siguiente enlace  http://www.msssi.gob.es/ssi/violenciaGenero/portalEstadistico/home.htm en la que se da cuenta de las mujeres asesinadas, si habían denunciado o no y si tenían medidas de protección en vigor. Además, recoge las características de las víctimas, el ámbito geográfico del crimen y las características del agresor. Permite esa tabla comparar año a año la evolución desde 2003. Si el caso no está confirmado, se especifica que se encuentra en investigación (no es la primera vez que un suicidio parecía violencia machista o al contrario). La otra estadística fundamental es del CGPJ. Esta más exhaustiva aún incluye además los casos de violencia doméstica (ocurridos en el ámbito familiar, pero no del hombre hacia la mujer en una relación, que es lo que la Ley considera violencia de género) y el balance final del año, así como todas las denuncias presentadas, las órdenes de protección solicitadas, las acordadas, las absoluciones, las condenas y un largo etcétera. Son los dos termómetros esenciales para la radiografía. 

Desde principios de este año se atendió además a una vieja reivindicación de las asociaciones de mujeres, que llevan años batallando por centrar el problema: incluir como víctimas de la violencia de género a los niños que se quedan huérfanos tras un asesinato de este tipo. Y como tal aparecen ya reflejados en la citada información al alcance de cualquiera. El siguiente paso es sumar a las mujeres que tienen que ser hospitalizadas tras sufrir agresiones de sus parejas. Naturalmente, figuran en las denuncias y los hospitales emiten sus partes de lesiones de forma habitual y tasada, pero aún siguen sin aparecer en estas tablaas informativas que acabo de citar. 

Los malos tratos, la violencia machista aún tienen enormes zonas de penumbra, resquicios donde es casi imposible llegar y la prueba es que solo el 17 por ciento de las 29 mujeres asesinadas en lo que llevamos de año habían denunciado a su asesino. Si vieron que su vida corría peligro, tuvieron miedo. O quizá ni siquiera pudieron deshacerse de esa venda envuelta de supuesto amor, protección, seguridad para los hijos y mucha, mucha hipocresía familiar y social. El objetivo de esta nueva medición es arrojar un poco más de luz, quizá mínima, pero cada paso cuenta. Si una estadística ayuda a salvar una vida o a meter a un maltratador en prisión, me doy por satisfecha.   

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