martes, 23 de noviembre de 2021

LA HERMANDAD DEL MAL

 



"Yo tengo a la Hermandad. En la Hermandad Hernández y en la de la 'er' hay ingenieros, enfermeros, todo tipo de profesionales... y yo pertenezco a ella (...) ¿Ustedes están interesados en Twitter? Si yo tuviera sueldo del Gobierno de tres mil euros podría comprar la medicación, pero como no tengo sueldo no puedo comprarla ni que la compren mis padres (...)" 

Son palabras de Bruno Hernández a los médicos durante su último ingreso en el hospital de Móstoles. Es noviembre de 2014 y cinco meses después será detenido por matar a Adriana Gioiosa, su inquilina, y descuartizar su cuerpo en una picadora de carne industrial. Los restos mortales de Adriana nunca aparecieron. La fijación de Bruno con la sílaba "er" era y es una constante. Le sirve para sus sueños y obsesiones, para aceptar o rechazar en su círculo imaginario. En la imagen, tomada mucho antes, da un paseo, parece un turista cualquiera, pero señala inequívoco y sonriente la dichosa sílaba. Da igual que sea una marca de cerveza o un Gobierno. Si tiene la 'er' forma parte de su mundo. Ideación delirante megalomaniaca, señalaron una y otra vez los psiquiatras. 

Bruno es esquizofrénico, pero ni tiene conciencia de su enfermedad ni quiere tomar  su tratamiento. La olanzapina o cualquiera de los antipsicóticos que componen su farmacopea habitual le causan rechazo absoluto. Me lo contó en persona. Dice que preferiría estar en aislamiento en la cárcel sin medicar que en una zona tranquila como es en la que pasa los días en Navalcarnero.  

Escribir del mal escuece. Escribir del mal y las enfermedades mentales lacera. Las víctimas absolutas de Bruno son Adriana y su tía Liria Hernández, los dos homicidios por los que fue condenado. Pero la lista de víctimas de su locura no para ahí. Su padre, la madre de su hija, la pequeña Olivia, los hermanos y los padres de Adriana. La esquizofrenia sin diagnosticar o sin tratar arrasa con cualquier atisbo de felicidad, la propia y la del entorno. El estigma persiste: los esquizofrénicos, los que sufren trastornos son asesinos en potencia. Es falso, pero la premisa cala y no es fácil desmontarla. 

En "La Hermandad del Mal" (Sin Ficción) he intentado acercarme a ese miedo ancestral, al tabú que envuelve a las enfermedades mentales. Aseguramos que nos ha cambiado la perspectiva con la vulnerabilidad sobrevenida. Permítanme que lo dude: veo y oigo lo contrario a cada paso. Nos sale el justiciero que anida en cada uno y que cree haber interiorizado la distinción entre el bien y el mal así en sus términos absolutos.

Escribimos para exorcizar demonios propios o ajenos. Y mantenerlos a raya; una heroicidad. Y para huir. Bruno creía que lo habían envenenado los chinos y que podía mantener vivos a quienes quería cientos de años. Cuando se anima a hablar, lo confirma porque "la pesadilla de la esquizofrenia es no saber lo que es verdad" (Una mente maravillosa).  


Para los amigos: llevaba cinco años y seis días sin publicar en este blog. Vuelvo a él con las escasas certezas aprendidas y las batallas pendientes. Dos criaturas nuevas lo merecen. El tramo recorrido, también. Y ustedes, que tal vez en algún momento me requieran. 

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