Boris Berezovski *Foto: David Bebber Fuente: upload.wikimedia.org |
Una mansión vacía
cerca de Londres y un cadáver ahorcado, el del ruso Boris
Berezovski, me evocan las semanas dedicadas a estudiar y entender a
los llamados oligarcas, un capítulo del libro escrito a cuatro manos
con Pablo Muñoz: "Palabra de Vor. Las mafias rusas en España"
(Espasa, 2010). La Policía británica aún duda de si Berezovski se
ahorcó o le ahorcaron. Fue encontrado con una prenda "atada
alrededor del cuello y un trozo de tela similar en la barra de la
ducha".
La primera vez que
oí su nombre fue relacionado con el exespía ruso Alexander
Litvinenko, quien en su refugio británico denunció en rueda de
prensa que sus jefes le habían ordenado matar a Berezovski.
Litvinenko sabía y proclamaba que con esa declaración pública
había firmado su sentencia de muerte. Entre mediados de octubre y
principios de noviembre de 2006 fue envenenado con Polonio 210.
Litvinenko colaboró
con los encargados de luchar contra la mafia rusa en España; se
reunió con ellos (como nos contaron de primera mano) en un hotel de
una ciudad que aún hoy es preferible no revelar. Era 1 de julio;
eligieron un salón reservado acorde con la tensión de la cita. «Era
un ex espía y había cometido crímenes espantosos. Además,
trabajaba para Berezovski, de quien conocíamos su trayectoria, sus
amistades peligrosas y cómo había llegado adonde estaba. Nuestra
posición no era sostener una charla amistosa con él, sino someterle
a un interrogatorio».
—Lo
primero que les tengo que decir es que hasta mi salida formé parte
de un grupo de asesinos del FSB, que actuábamos en Chechenia y allí
donde se nos pidiese. Recibimos órdenes, y las cumplimos, de matar,
de torturar, de enterrar a gente viva… La última instrucción que
me dieron mis jefes, y que me negué a cumplir, fue acabar con Boris
Berezovski. Ofrecí una rueda de prensa para que todo el mundo
supiera lo ocurrido. Desde entonces sé que tengo los día contados.
¿En qué puedo ayudarles?
Litvinenko les habló
de Zakhar Kalashov, el vor de la mafia georgiana, a quien se
acababa de detener en Dubai y ya estaba encarcelado en España (donde
continúa tras ser condenado por la Audiencia Nacional primero y el
Tribunal Supremo, después). Pero les dio muchos más nombres y
detalles de esos que solo puede conocer un teniente coronel como era
Litvinenko.
—Kalashov,
contó, tenía mucha influencia a través de Vadri Patarkashvili,
que era candidato a la presidencia de Georgia y hombre de
confianza de Boris Berezovski. Patakashvili, que se hizo con la
empresa Sibneft —en la que también participaban Roman Abramovich,
actual presidente del Chelsea, y el propio Berezovski—,
contrató a Kalashov como asesino a sueldo. Sibneft forma ahora parte
de Gazprom.
El ex espía ruso se
movía por el Reino Unido con una identidad falsa que se camuflaba
tras las iniciales E. C. Pesaba sobre él una orden internacional de
busca y captura, pero lo cierto es que estaba bajo la protección de
Gran Bretaña.
Además, Berezovski, el multimillonario empresario que había acogido
a Litvinenko, a quien hizo su jefe de seguridad, tenía buenos
contactos con el poder político y económico británico, lo que le
permitía disfrutar de algunos privilegios. No en vano fue uno de los
protegidos hasta el final del mandato del presidente Boris Yeltsin.
Era en ese momento, a finales de los años noventa, la cara pública
de los poderosos oligarcas rusos y fue, además, la persona, que
presentó al presidente al antiguo espía e incipiente político
petersburgués Vladimir Putin durante una reunión celebrada en Davos
en 1998.
El antiguo espía
dio cuenta de otra reunión celebrada en el año 2000 entre
Boris Yeltsin, su hija Tatiana y Berezovski, por una parte, y Putin,
un alto cargo del FSB y dos oligarcas por otra. En esos momentos ya
se adivinaba la caída del entonces presidente y comenzaba a ser
inevitable el ascenso de los hombres del FSB al poder. Sin embargo,
había que vencer las reticencias del primero a dejar su cargo y para
eso lo mejor era lograr un acuerdo beneficioso para todos.
Durante ese
«cónclave» Putin expuso que tanto el FSB como los «ministerios de
fuerza» (Interior, Defensa y Justicia) se comprometían a respetar
el patrimonio de la familia Yeltsin y a no «levantar las alfombras»,
si este abandonaba el poder sin oponer resistencia. Los Yeltsin no
tardaron en acceder a la petición, ya que a esas alturas estaban más
interesados en el dinero que en cualquier otra cosa, incluido el
futuro de su país. Para que no faltara detalle, Alexis II, el
Patriarca de Moscú, fue quien avaló el pacto.
Berezovski primero y
Litvinenko después se convirtieron en enemigos irreconciliables de
Putin. Y luego trenzaron una alianza en el exilio forzoso de ambos en
Londres. El principal sospechoso del envenamiento del antiguo espía
llegó a acusar a Berezovski del asesinato de Litvinenko. Hace un
año, el oligarca, gran matemático y maestro de la intriga política,
perdió su batalla judicial con Roman Abramovich: seis millones de
dólares que volaron de sus manos. Y no fue la única pérdida: su
mujer y sus hijos abandonaron la mansión, y al marido y padre. Con
todo, los expertos en mafia rusa no creen que decidiera quitarse la
vida y menos de esa forma tan burda. No era su estilo. La
respuesta, si llega, está en la investigación abierta por la
Policía británica. ¿El todopoderoso hombre de Yeltsin se ahorcó o
lo ahorcaron?
No hay comentarios:
Publicar un comentario