Emiel Brummer, socio mayoritario del señor de la droga británico Robert Dowes, duerme ya en una prisión holandesa gracias a la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, que le puso las esposas en el piso franco de la organización en Torremolinos (Málaga) hace tres semanas. Es otra "pieza mayor" del negocio de la cocaína, que ha caído gracias al tesón de los investigadores y a una insólita colaboración con Holanda. Brummer y Dowes, "Lord Crimen" como lo bautizaron y que fue arrestado el pasado noviembre por los mismos hombres en Benalmádena, están relacionados con una ristra de asesinatos a cual más salvaje, que han regado de sangre y muerte las calles de Holanda: desde una cabeza hallada en una caja hasta tiroteos a pleno día con AK-47. El trasfondo es una lucha sin piedad por el control del tráfico de drogas que llegan a Europa. Caído Dowes, que está en una cárcel de París, su lugarteniente seguía moviendo el negocio.
Brummer es un cabecilla motero de la banda Satudara de la que se servía para distribuir la cocaína. Esta sustancia está entrando sin pausa por los puertos de Rotterdam y Amberes que han consolidado la vía de los contenedores. En Holanda vivía en una autocaravana rodeado de un séquito de fieles que le daban protección, pero al venir a España se sentía seguro en la Costa del Sol donde tenían los dos pisos citados. A veces, Emiel pasaba unas semanas en Málaga, otras venía, se reunía en el aeropuerto o los alrededores con el jefe, recibía instrucciones y regresaba ese mismo día para seguir manejando las suculentas tajadas. Vida discreta, pese a su ejército de hombres, sus millones y su poder.
"España se está convirtiendo cada vez más en un lugar de cobijo para los grandes narcos. Tenemos un problema. Viven y hacen negocios aquí", explica un agente de la UCO que ha seguido los pasos a los dos socios y a muchos otros. Tan a gusto y relajado se sentía que el narcomotero había empezado a acudir a una academia para recibir clases de español. Los investigadores no les han perdido la pista. Horas y horas de vigilancias y análisis porque como admite la Guardia Civil "están tan arriba que es muy difícil investigarlos". Lo han logrado y los han quitado de la circulación.
En esta operación Brumosa ha caído Brummer, el narcomotero y otros cinco miembros de su grupo en Holanda. Curiosamente el hombre que vivía en una caravana con su mujer y su hijo guardaba (con su gente) armas de fuego, medio millón de euros en efectivo, diamantes, coches de alta gama y 150 teléfonos encriptados. Emiel, como Dowes, entregaba a sus hombres Blackberry que valen entre 2.000 y 4.000 euros cada una, dotadas con tarjetas encriptadas PGP, solo al alcance de las organizaciones criminales "top ten" y contra la que es prácticamente imposible luchar. Gracias a una labor de muchos años ni su universo tecnológico le ha evitado acabar entre rejas.