Francisco Nicolás en un fotomontaje |
Los embaucadores fascinan. Unos más que otros. Yo me embelesé a finales de los noventa con José Manuel Quintía Barreiros, "el capitán Timo", quien vestido de almirante o capitán levantó millones a unos cuantos a golpe de "Viva España" y el Ejército; en cambio, el puntiagudo y ombliguista Francisco Nicolás, "Charlie" para los crédulos universales, no ha logrado conmoverme ni medio minuto. Como a los malos magos se le ve el truco hasta en la última fila. Carne de cañón aderezada con ínfulas de niño bien en lugar de raterillo de bolso y tirón.
Confieso que me provoca hastío periodístico y vital. Abre la boca y mis neuronas ansiosas de entrevistas deseadas se apagan una a una. Su "florida ideación" da para tapizar esos jardines de Zarzuela que asegura haber frecuentado. Repasando el historial del "capitán Timo" me ha sorprendido encontrar algunas similitudes en la forma de actuar (mucho más elaborada la puesta en escena de Quintía, sin duda), pero pertenecen a dos galaxias. Durante el juicio de quien se hizo pasar por marqués y caballero, todos los que declararon destacaron su notable inteligencia (también la pericial psicológica) y su elegancia a la hora de tratar a la gente. Hubo un pequeño constructor a quien adeudaba 700.000 pesetas que aseguró que lo invitaría a café pese a no haber cobrado jamás y un general estafado que admitió cierto "síndrome de Estocolmo".
Nicolás, en cambio, lisonjero, hace esperar a sus citas hasta el hastío y las abruma con sus preocupaciones olvidándose de cualquier cortesía elemental. El día 1 de octubre, poco antes de que lo detuvieran, su único objetivo era saber a quién pertenecía la matrícula de un vehículo que supuestamente le seguía. Los mensajes que cruza con sus dos interlocutores (dos policías municipales que deberían explicar bastantes palabras) causan bochorno. Uno de ellos le cuenta que ha sufrido un infarto y está en Urgencias en el hospital. Ya dos días antes le había dado información sobre la matrícula. No la suficiente a la vista de la insistencia de Nicolás. Como su amigo no puede atenderlo recurre al segundo policía que está con su compañero en el hospital y aunque este le recalca la situación médica del primero, en menos de media hora le pide tres veces que le facilite lo que necesita (una de ellas se equivocó al enviarle la dichosa matrícula por whatsApp). Al margen del tipo de personalidad que trasluce esa insistencia y ese "yoismo", a mí me asalta una duda que no me deja dormir. ¿Desde cuándo un "Charlie" como se autoproclamó el imputado por tres delitos, o colaborador del CNI como dijo de manera explícita, necesita que unos simples policías municipales husmeen matrículas? Yo creía que eso estaba tirado y se enseñaba en primero de espía. Voy a tener que dejar mi afición por las películas de serie B.